Agradecidos arranques espontáneos de comunicación

Hoy domingo os iba a dejar el típico post en el que enumero los eventos de esta semana, pero teniendo en cuenta que el día de mañana voy a estar metido en un avión en mi viaje a Las Vegas, he querido tomarme un poco de tiempo para hablaros de algo que hace tiempo tenía en mente, y no es otra cosa que algunos de los mensajes de apoyo, felicitación y ánimo que me llegan.

Figura 1: Agradecidos arranques espontáneos de comunicación

A veces los mensajes me pillan de la forma más inesperada, como cuando pregunto a un trabajador de un centro comercial por el ascensor para subir el carro de la compra y me contesta con un “Está allí. ¡Eres un crack, Chema!”. O tomando unas copas con unos amigos alguien se para, y me dice “Eres Chema, ¿verdad? Que sepas que estoy contigo y tienes todo mi apoyo.” O alguien que me escribe un correo y me dice “Me has inspirado y me has ayudado a cambiar mi vida”.

El último en persona, este mismo viernes mientras me tomaba un café, y un chaval – que ahora trabaja para la competencia – se me acercó a saludarme para decirme que mi trabajo le inspiraba. Y luego continúo por Linkedin. El último por correo hace unos segundos, y ha sido el detonante para escribir este post.

También están los otros que llegan en forma de comentarios anónimos, o cuentas troll que me dicen que no tengo ni puta idea de nada, que gustan menos, pero también afectan menos. De hecho, muchos de esos me llegan de segundas cuando un amigo o conocido me cuenta que alguien se ha metido conmigo en una cena, charla o evento, por mi gorro, las pintas, mi skate, mi coche o porque no sé nada de nada – que digo yo, que tanto como nada…¿algo sabré, no? -.

Nunca pensé, cuando comencé a estudiar informática, que mi trabajo daría tanto de qué hablar. Que lo que yo haga o deje de hacer sería digno de comentar tanto. Por suerte, el número de mensajes de gente que aprecia mi trabajo, o que de forma espontánea me cuenta que gracias a mis charlas ha encontrado su vocación, o que leyendo mis artículos o libros ha mejorado un poco en su vida profesional, es infinitamente mayor que el de trolls. Me siento afortunado y feliz.

De hecho, yo he aprendido a hacer lo mismo con mi gente y con mis amigos. Les digo lo positivo que hacen en mí, para que lo escuchen de mi voz. Que me gusta trabajar con ellos. Que me gusta su trabajo. No me lo guardo. Si tengo un buen pensamiento sobre mis compañeros o amigos, se lo digo. Porque sé que hace bien saberlo. En una sociedad donde los tontos creen que mola ser un hater, y confunden la grosería con sinceridad, yo creo que la gente valora cuando le dices las cosas positivas. No se trata de adular, sino de expresar lo positivo. Lo negativo se escucha con más frecuencia.

Muchos de los arranques espontáneos de comunicación que recibo por e-mail son de gente que no conozco personalmente, o de gente con la que he estado solo unos segundos o minutos en un acto. Y yo les agradezco sus mensajes. Muchas veces no sé si he sido lo suficientemente explícito al agradecérselo, porque suele dar bastante apuro, pero lo cierto es que es de agradecer.

Pero también recibo estos mensajes de amigos que llevan años conmigo, de conocidos de profesión que me conocen bien en detalle, de compañeros de trabajo que se dejan la piel conmigo en el día a día. Y los valoro mucho.

Os cuento esto, porque en las últimas dos semanas me han pillado cerca tres fallecimientos de compañeros de profesión. En esos momentos duros para los seres más allegados es cuando suele decirse eso de “No quiero molestarle ahora que estará muy agobiado”, pero no es verdad. Es en esos momentos es donde hay que personarse y estar. Tener un arranque espontáneo de comunicación con las personas que más lo sufren y explicarle porqué estás ahí. No es fácil, ni cómodo, para los que sufren más directamente la pérdida, y yo procuro estar ahí.

Por eso, no quiero que los que lo hacéis conmigo, los que me mostráis vuestros buenos sentimientos hacia mí, penséis que no lo valoro. Que penséis que me va a sentar mal o me vais a molestar. Y por supuesto, intento agradecérselo especialmente a los amigos que estáis ahí cuando estoy mal. Que me decís que pedalee cuando estoy sufriendo por algo. Que me llamáis cuando algo me pasa. Que me escribís o me ponéis un WhatsApp cuando os enteráis de algo que me ha sucedido. No importa si se os pasa la fecha de mi cumpleaños o si estamos sin vernos meses.

Tampoco necesito que hagáis nada extra por mí, tanto si nos conocemos como si no. Yo hago mi trabajo como lo hago porque es mi pasión. A las personas que quiero se lo digo. A las personas que no quiero las ignoro. No necesito fans ni haters. Soy un chico de Móstoles que disfruta con la tecnología. Que acierta y se equivoca como los demás. Pero os agradezco todos los mensajes de ánimo, apoyo, y gratitud. No sé si lo expreso correctamente cuando los contesto. Agradezco cuando me paras por la calle, o te acercas en un café para decirme algo amable. Incluso si no lo parece en ese momento porque estoy un poco avergonzado. Luego me hace mucho bien.

He pensado muchas veces en dejar de escribir este blog, o en dejar de dar charlas, o en dejar de escribir, y centrarme en mi trabajo. Sobre todo en los malos momentos personales. Cerrar las cuentas de las redes sociales, pasar más tiempo con mi familia. Dibujar más con mis hijas o leer más libros y comics en soledad –algo que disfruto-. Salir más con la bici e irme a patinar. Pero me sigo sentando a escribir en este blog, a preparar una nueva charla o meterme en un nuevo jaleo. En parte es porque vuestros arranques espontáneos de comunicación me animan a ello. Gracias.

Saludos Malignos!

Via: www.elladodelmal.com
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