Por Qué WhatsApp NO Es Una Herramienta De Comunicación Corporativa

Artículo desarrollado por Pablo Yglesias, Consultor de Presencia Digital y Reputación Online

Como ya muchos sabréis, desde la España de hace apenas un lustro hasta la de nuestros días mucho ha cambiado a nivel de política. Entre las múltiples noticias de actualidad que da la política me ha llamado la atención una entrevista que le hacían a la nueva vicepresidenta de la comunidad, Isabel Franco, sobre el cómo se gestionan internamente para estar en contacto ya no solo con los miembros de su partido, sino también con la otra parte de la coalición:
"El presidente López Miras y ella han establecido mecanismos de coordinación para facilitar el funcionamiento del Gobierno bicolor, que no se parece a lo que había funcionado hasta ahora".
¿Y en qué se traduce esto? Pues en lo que te imaginas. Esos "mecanismos de coordinación para facilitar el funcionamiento del gobierno" no son más que crear un grupo de WhatsApp.

Y para colmo la susodicha respondía con sorna:
"El whatsapp funciona genial"

Por qué "el WhatsApp no funciona genial" para tratar temas de trabajo

Lo he repetido hasta la saciedad, pero veo que hace falta volver a hacerlo. Una herramienta de comunicación profesional NO (así, con mayúsculas, negrita y todo lo que me permita el editor de texto) puede compartir espacio de atención con temas personales.

Es tan sencillo como parece.

Me hierve la sangre al pensar que aquellos que están a cargo del futuro de [email protected] país, comunidad, cuidad, estén utilizando una herramienta de comunicación masiva como herramienta de trabajo. Sencilla y llanamente no tiene sentido que un mensaje del portavoz de competencias sociales represente en el smartphone del presidente un mensaje sin leer, al mismo nivel que lo tendría si su hijo le pregunta que dónde está el mando de la televisión, y comparta exactamente el mismo espacio de notificaciones con ese grupo de amiguetes de toda la vida en el que solo se envían memes y porno.
Inconscientemente si cuando miras el smartphone ves que tienes 65 mensajes de WhatsApp sin leer, a sabiendas que de esos seguramente solo 3 o 4 son de trabajo, les vas a dar menor prioridad que si tuvieras esos 61-62 mensajes del WhatsApp poco trascendentes, y esos 3 o 4 mensajes en una aplicación que únicamente utilizas profesionalmente.
Es pura psicología humana.
Un "mecanismo de coordinación para facilitar el funcionamiento" de cualquier organización, sea un gobierno, sea una empresa, sea una asociación, debe estar sí o sí de base operando en un espacio que no se comparta con el resto de servicios de comunicación. Que cuente con su propio sistema de notificaciones, convenientemente parametrizado según su nivel de prioridad, como ya expliqué en aquel tutorial sobre gestión efectiva de notificaciones, y ya de paso que nos ofrezca las garantías de privacidad adecuadas.

Que aquí tampoco es que quiera echar pestes de WhatsApp. Como ya expliqué, y al menos hasta el momento, no podemos asegurar que el cifrado de WhatsApp sea débil. Que se supone que todo lo que decimos por WhatsApp únicamente lo pueden leer los que lo envían y los que lo reciben.

Ahora bien, WhatsApp pertenece a Facebook, una compañía cuyo principal negocio es la explotación de datos y que ha demostrado en repetidas ocasiones no ser una empresa en la que podamos confiar.

No me extrañaría ni un ápice que el día de mañana descubramos que bien sea por cómo gestiona las copias de seguridad en Android, bien sea mediante algún apaño a la hora de recibir en el terminal el mensaje, Facebook esté saltándose ese cifrado de punto a punto del que WhatsApp hace gala para espiar (con fines puramente de negocio, quiero pensar) lo que decimos y hacemos.

Ese mismo negocio que ha conseguido que EE.UU. o Brasil tengan ahora un presidente que parece sacado de una novela distópica. Ese mismo negocio que ha servido de herramienta de manipulación para convencer a la suficiente parte del electorado inglés de que la mejor opción era salirse de Europa.

Y lo peor de todo es que tenemos alternativas muchísimo más adecuadas

Sin ir más lejos por ahí tenemos a Slack, una herramienta que le da mil vueltas a WhatsApp, que también tiene una versión gratuita, y que ha sido diseñada no para el uso masivo, sino para el uso dentro de organizaciones, lo que significa que el administrador tiene la capacidad de parametrizar absolutamente todo lo que se te ocurra.

Y siguiendo, hay otras opciones como Telegram, que aunque sí están diseñadas para el uso como herramienta de consumo, al menos (y en este caso podemos considerar que es algo positivo) no cuentan con un uso mayoritario para fines personales en occidente, por lo que en la mayoría de casos estamos cumpliendo esa máxima de que la herramienta de comunciación corporativa esté separada espacialmente de las que utilizamos para otros menesteres.

Una aplicación que además es realmente multiplataforma (WhatsApp Web es un insulto a la inteligencia de los consumidores), y cuyo fundador ha demostrado estar tan a favor de proteger la privacidad de sus usuarios que hasta se ha tenido que ir a vivir fuera de su país natal (Rusia) por negarse a darle al Kremlin una puerta trasera que le sirviera para espiar a los ciudadanos.

En fin, que plantéate aunque sea esto la próxima vez que en vuestra organización estéis utilizando WhatsApp como herramienta de comunicación interna.

Es muchísimo menos operativa, comparte espacio y sistema de notificaciones con contenido de índole personal y/o entretenimiento, y para colmo tiene detrás a una compañía que está envuelta en varios de los mayores abusos de privacidad de la historia.

No, WhatsApp no es la herramienta que necesitas.


Y no, no estoy para nada de acuerdo con que nuestros políticos, que para colmo están cobrando de los impuestos que yo pago, la utilicen para hacer su trabajo.

Fuente: Pablo Yglesias

Via: feedproxy.google.com
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